La creación de una Superliga europea de fútbol es irreversible. Doce equipos de las ligas española, inglesa e italiana anunciaron el domingo 18 de abril su decisión de abandonar la actual Liga de Campeones organizada por la UEFA y crear su propia competición. Se trataría de una liga semicerrada con quince equipos fijos –a los doce se les sumarían dos de la liga alemana y uno de la liga francesa, con lo que las cinco principales ligas profesionales estarían representadas–, más cinco equipos invitados en función de sus méritos deportivos y económicos.
El anuncio causó un revuelo considerable y la oposición radical de la FIFA y la UEFA, las ligas profesionales, las federaciones, el sindicato de futbolistas, la totalidad de los clubes que quedaran fuera de esta nueva competición, gobiernos europeos, la monarquía británica y los fans, algunos de ellos manifestándose enérgicamente (físico y virtualmente). Quizás las amenazas surjan efecto y los doce equipos fundadores pospongan o desistan de su propósito, cómo algunos medios de comunicación apuntaban ya un par de días después del anuncio. No obstante, la Superliga europea parece irreversible a medio plazo. El debate de fondo no quedará resuelto. ¿Por qué?
El caldo de cultivo: la desigualdad económica
Desde la temporada 1996-97, la desigualdad económica entre los clubes europeos no ha hecho más que crecer. Aquella fue la primera temporada en la que empezaron a fraguarse los efectos de la sentencia por el caso Bosman, que puso fin a las cuotas de jugadores extranjeros en las ligas nacionales y liberalizó el mercado de futbolistas, y de la irrupción de las televisiones privadas. En aquella temporada, el Manchester United encabezó el primer ranking Football Money League de la auditora Deloitte de los veinte clubes con más ingresos, con 134,4 millones de euros, 3,24 veces más que el Arsenal que ocupaba el último lugar con 41,5 millones de euros, 92,9 millones de euros de diferencia.
En la temporada 2019-2020, el FC Barcelona encabezó aquel ranking con 715,1 millones de euros, 4,11 veces y 541,1 millones de euros más que el Eintracht de Frankfurt que ocupaba el último lugar con 174 millones de euros. Aunque el coeficiente de diferencia entre los ingresos del primer y el último clasificado del ranking Football Money League se ha mantenido relativamente estable durante los 24 años transcurridos, con un máximo de 4,45 en la temporada 2011-12, resulta más relevante el incremento de la diferencia en millones de euros.
Teniendo en cuenta que los clubes destinan alrededor del 60% de sus ingresos a sufragar el capítulo dedicado a salarios y amortizaciones, resulta evidente que solo los clubes con mayores ingresos pueden disponer en sus plantillas de los mejores jugadores y de aquellos futbolistas que deciden partidos y campeonatos.
La razón de fondo: el desequilibrio competitivo
Esta desigualdad económica creciente, que los sucesivos cambios de formato introducidos por la UEFA en la Liga de Campeones han acuciado, porque han contribuido a crear unas élites domésticas con los cuatro o cinco clubes de las cinco principales ligas que año a año participan en la máxima competición europea y acceden a los fondos que reparte, ha traído como consecuencia principal un desequilibrio competitivo en cada una de las ligas domésticas y en la propia máxima competición europea.
Hoy, la incertidumbre sobre el resultado de los campeonatos nacionales se ha reducido de manera drástica. Por poner solo un ejemplo, en la temporada 1999-2000, el Deportivo de la Coruña ganó la Liga española con 69 puntos. Desde entonces, solo el Valencia (2001-2002 y 2003-2004) y el Atlético de Madrid (2013-2014) han roto la hegemonía del FC Barcelona y el Real Madrid.
Más significativo aún es el cómputo de puntos con que se consiguen los títulos: 75 y 77 puntos el Valencia, entre 85 y 100 desde la temporada 2007-2008, fruto de casi no cosechar derrotas y empates. Si la incertidumbre sobre el resultado del campeonato es inexistente, la incertidumbre sobre el resultado de un partido es casi inexistente. Y esto a lo largo de 38 jornadas.
Este ejemplo extraído de la Liga española se reproduce exactamente igual en las otras cuatro ligas europeas más potentes: la Premier League, la Bundesliga, la Serie A y la Ligue 1. En Inglaterra, el Manchester United ha ganado 10 de las 24 ligas disputadas desde 1996-1997, en Italia 14 el Juventus, en Alemania 17 el Bayern de Múnich y en Francia 7 el Olympique de Lion y el París Saint-Germain. Y en todos los casos, con las mismas puntuaciones finales y cómputos de partidos perdidos y empatados semejantes.
Sucede lo mismo en la Liga de Campeones. En estas 24 temporadas transcurridas, solo 9 equipos se han repartido los títulos y solo 18 equipos distintos han llegado a la final. De estos 18 equipos, solo el Oporto, campeón en la temporada 2003-2004, no pertenece a ninguna de las cinco principales ligas europeas.
La incertidumbre: la base del deporte y la creación de valor
La incertidumbre es la base del deporte. Es su concepto clave. Desde los artículos de Simon Rottenberg en 1956 y Walter C. Neale en 1964, se sabe de la importancia de la impredecibilidad del resultado para mantener el interés de los espectadores y, en consecuencia, para garantizar la viabilidad financiera de los clubes y las competiciones. Porque los ingresos de un club, o de un deportista, dependerán a medio plazo de la calidad y el potencial competitivo de sus rivales.
La desigualdad económica ha creado una élite futbolística formada por no más de quince clubes europeos. La élite ya existe, con o sin la Superliga: son aquellos clubes que desde hace más de una década ocupan de manera ininterrumpida los primeros lugares de la Football Money League. En estos 24 años, los únicos hechos relevantes que han sucedido han sido la irrupción del Manchester City y el Paris Saint-Germain entre los diez equipos con más ingresos, y la caída del AC Milan, hasta el punto de desaparecer del ranking de los 20 equipos con más ingresos durante los años 2018, 2920 y 2021. Dato a considerar: tanto el City como el PSG son considerados dos “clubes-estado”, clubes cuyos presupuestos no son totalmente dependientes de la coyuntura económica del momento a causa del apoyo financiero de Abu Dhabi y Qatar, respectivamente.
¿Un punto de no retorno?
El desequilibrio competitivo, que se viene agravando desde mediados de la primera década de este siglo, presagiaba la inevitabilidad de la Superliga europea para recuperar y mejorar el balance competitivo de la máxima competición europea.
La cuestión residía en situar el punto de no retorno a partir del cual los clubes con más ingresos romperían con el estatus existente y organizarían su propia competición, como en su día hicieron los clubes de baloncesto con la Euroliga. Se consideraba que el punto de no retorno llegaría en el momento en el que aquellos clubes obtuviesen mayores beneficios de la competición europea que de la doméstica. Para la mayoría de académicos, no se había llegado a este punto y tampoco se creía cercano. Sin embargo, la crisis provocada por la pandemia del Covid-19 que ha causado unas pérdidas del 13% a los 20 clubes más ricos del mundo al final de la temporada 2019-2020, acostumbrados a un incremento medio anual del 28,87% durante los 23 años anteriores, ha resultado ser aquel punto de no retorno esperado.
¿Los números de la Superliga?
Se han escrito muchos titulares sobre la inyección económica que supondría una Superliga para los 15 clubes fundadores. También, de la importancia que han adquirido los fondos de inversión y la banca de inversiones en el mantenimiento del fútbol. Si en los años noventa fueron los grupos mediáticos los que presionaron para su creación (Mediaset y News Corporation), en el siglo XXI han sido estos otros actores los motores de cambio: primero, CVC Partners, y finalmente JP Morgan.
Han dicho algunos que, con 3 500 millones de euros de inicio, “JP Morgan ha comprado el fútbol europeo”. Titular reduccionista, porque la crisis viene de lejos y la clave es entender que estos clubes que suscribieron el manifestó fundacional –así como muchos otros de la élite del fútbol– son ya “multinacionales del entretenimiento”.
En este contexto, en el que el fútbol compite en un mercado del entretenimiento global dominado por grandes multinacionales norteamericanas, no solo es importante cuadrar las cuentas anuales, sino, sobre todo, ser capaces de tener garantías de ingresos a largo plazo. La Superliga también es esto: en un mercado del fútbol que ha malbaratado dinero y donde los derechos de televisión parece que llegan a un punto de saturación, la Superliga garantizaría cobros seguros a muy largo plazo.
La hipótesis de partida es clara: la nueva competición mejoraría el balance competitivo, consecuentemente generaría más valor en el producto y, al final, permitiría que los grandes clubes continúen compitiendo en el mercado del entretenimiento global asegurando sus presupuestos. La Superliga europea podría aún no ser realidad, pero el debate llega para quedarse.
The authors do not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organization that would benefit from this article, and have disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.
The Conversation. Rigor académico, oficio periodístico
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