¿Es posible otra filosofía? ¿Una que hable desde el cuerpo, desde lo abyecto, desde lo femenino como disidencia política? Carolina Meloni responde con un libro que no busca respuestas simples, sino incendiar las preguntas desde sus raíces.
En un panorama filosófico dominado históricamente por la razón ilustrada, el universalismo abstracto y la autoridad masculina, Carolina Meloni se atreve a lanzar una interpelación radical: ¿es posible decir lo femenino sin ser capturado por las estructuras de sentido del poder? Con su libro La instancia subversiva. Decir lo femenino, ¿es posible? (Akal, 2025), la autora no solo se posiciona dentro de las corrientes del pensamiento feminista contemporáneo, sino que las desborda, en una apuesta por una filosofía fronteriza, subalterna y encarnada.
Filosofar desde el exilio
Desde las primeras páginas, el tono es claro: este no es un ensayo de filosofía convencional. No se trata de definir conceptos ni de organizar escuelas, sino de perturbar el pensamiento hegemónico desde lugares históricamente expulsados del saber. La introducción, escrita por Almudena Hernando, abre el texto con una confesión valiente: la dificultad de entrar en el mundo académico de la filosofía sin sentirse excluida por su jerga fría y su distancia emocional. Es, de algún modo, el umbral perfecto para adentrarse en la propuesta de Meloni.
La autora parte de su condición de trasnterradada, una categoría que no solo remite a los desplazamientos geográficos (de Argentina a España), sino a una forma de pensar desde el desarraigo, la dislocación y el quiebre de identidades fijas. Su filosofía no pretende encontrar una nueva esencia femenina, sino dar lugar a lo que ha sido silenciado por el lenguaje de la lógica patriarcal.
Lo femenino como abyección, disidencia y potencia
Meloni no habla de “lo femenino” como un atributo esencial, sino como una posición política y epistémica: la de quienes fueron negadas, subordinadas o abyectadas por el discurso dominante. A través de un diálogo constante con pensadoras como Gayatri Spivak, Judith Butler, Silvia Rivera Cusicanqui o María Lugones, el libro recorre los márgenes del pensamiento occidental para rescatar lo que este ha expulsado: el cuerpo, el dolor, la afectividad, el goce, la contradicción.
En lugar de una filosofía de la verdad, propone una filosofía del lugar: situada, parcial, contaminada. Frente a la pretensión universal de la razón moderna, Meloni propone una mirada torpe y poderosa a la vez, que se permite el temblor, la emoción, la precariedad. Una filosofía que no busca conquistar el mundo, sino habitarlo desde sus ruinas.
Escritura desde el borde
El estilo de Meloni —poético, denso, radical— no es casual. Su escritura busca performar lo que piensa: no hay forma neutra de decir lo femenino. Cada página es una trinchera donde el lenguaje lucha consigo mismo para abrir grietas. Esta apuesta estética, sin embargo, puede resultar exigente para lectoras y lectores menos familiarizados con la teoría crítica o el feminismo decolonial.
No es un libro de iniciación, sino de profundización. A quienes se acerquen desde la curiosidad o desde la urgencia política, se les exige compromiso, atención y deseo de dejarse afectar.
Una filosofía de las pérdidas
La instancia subversiva no es solo un ejercicio intelectual. Es también —y sobre todo— una filosofía del duelo, de las heridas, de los exilios, de las identidades imposibles. En tiempos de disciplinamiento neoliberal, donde todo debe tener nombre, forma y utilidad, este libro se atreve a decir lo que no se puede decir: que lo femenino es, quizás, precisamente eso que no cabe en ningún discurso cerrado.
Con este ensayo, Carolina Meloni continúa una línea coherente de pensamiento iniciada en libros como Las fronteras del feminismo o Feminismos fronterizos. Pero aquí da un paso más allá: no solo señala los límites del pensamiento patriarcal, sino que habla desde el borde con una voz subversiva, encarnada y lúcida.
La instancia subversiva no es un texto cómodo, pero sí necesario. Una herramienta de combate para quienes ya no se conforman con ser nombradas desde afuera. Una apuesta por una filosofía que no coloniza, sino que acompaña, incomoda y transforma.
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