Audios de tráfico ilegal, amenazas de demandas y 60 búhos en cajas. Marina Lobo le dedica a Frank Cuesta el repaso definitivo desde HECD.
“Yo ahora mismo me meto aquí 20 walabis… dentro de dos años tengo 60”. Así, con esa mezcla de impunidad y desdén con la que se habla del precio de las patatas en el mercado, Frank Cuesta —alias Frank de la jungla— resume en un nuevo audio su visión del supuesto activismo animalista. Marina Lobo no se mordió la lengua y, en su programa Hasta el coño de (HECD), lo dijo con claridad: “yo no sé si está para denunciar a nadie… más bien debería preocuparse por cuántas le pueden caer a él”.
El corte, difundido por El Mundo, vuelve a dejar al aire un entramado de compraventa ilegal de animales exóticos. Cebras por 4 millones de baht, jirafas, tortugas, ñus, walabis como si fueran figuritas de decoración. Y 60 búhos en cajas pequeñas, preparados para ser trasladados al aeropuerto como si fueran mercancía de AliExpress.
“¿A cuánto está el kilo de ñu?”, ironizaba Marina mientras escuchaba el audio con su audiencia. La indignación y la risa amarga convivieron durante todo el bloque. Porque detrás de las bromas, el asunto es de una gravedad extrema: hablamos de un personaje con antecedentes por posesión ilegal de animales, sin registro legal de santuario, sin título veterinario válido y con acceso a medios de comunicación masiva para blanquear su imagen.
LA ‘FRANKÓLOGA’ SE REBELA: DE LAS AMENAZAS A LA CARCAJADA
Marina Lobo empezó el bloque con la pregunta del millón: “¿Te va a llegar la denuncia del abogado tailandés de Frank por difamación?” Su respuesta: “Sería el pico de mi carrera, la verdad”. Entre risas, pero con firmeza, desmontó las amenazas lanzadas desde el entorno del extenista reconvertido en tertuliano salvaje: “No creo que se vaya a meter en denuncias, con los audios que han salido…”.
Y razón no le falta. Porque el nuevo audio no deja lugar a la interpretación: se habla con total naturalidad del precio de animales protegidos, de contactos con traficantes, de comisiones ilegales y de operaciones de transporte internacional fuera de todo marco regulado. Pero, como señala Marina, lo más grave no es que lo diga, sino que lo cuente con orgullo. Como si en lugar de confesiones delictivas fueran anécdotas graciosas de bar.
Lo irónico es que los medios que antes le reían las gracias ahora van reculando. La periodista de El Mundo que fue señalada y acusada de “usar inteligencia artificial” para manipular su voz ha seguido publicando audios verificados. Marina lo dice claro: “Lo que yo he contado no es más que lo que publican los medios. Y él ni lo niega. Lo cuenta él mismo, con su voz”.
ENTRE EL TRAFICO DE FAUNA Y LOS CHISTES CON WALABIS
La parte final del monólogo en HECD fue puro Lobo: de la rabia a la carcajada. Porque tras escuchar cómo Frank Cuesta hablaba de walabis a 80.000 baht como quien vende coches de segunda mano, Marina decidió buscar qué era exactamente un walabí. El resultado: una sucesión de descripciones surrealistas —“como un canguro que no salió bien”, “un coalanguro”, “el canguro Pablo Motos”— que desembocaron en una defensa del derecho a reírse sin dejar de denunciar lo que hay detrás.
“Me he reído, sí. Pero también he dicho lo que hay: estamos ante un tipo que ha tenido 60 búhos en cajas para vender, y que va de defensor de los animales por la vida”, zanjó Marina. El programa cerró el bloque con aplausos del chat y una conclusión demoledora: “No se puede ir de salvador mientras haces negocio con animales. Y menos, intentando silenciar a quienes lo contamos”.
Frank Cuesta no es víctima de una campaña de odio. Es el protagonista de una cadena de audios que lo retratan sin filtro. Y la justicia —la real, no la de los followers— está tardando en actuar.
Y si llega la demanda, como dijo Marina, “sería el pico de mi carrera”.
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