Como cada año, el 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua con el objetivo de crear conciencia sobre la importancia del agua dulce, abogar por la gestión sostenible del recurso y tomar medidas para hacer frente a la crisis mundial del agua.
Este año la fecha coincide, además, con la celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua 2023, donde se espera que se adopte la Agenda de Acción por el Agua. Esto es, una serie de compromisos y acciones que aceleren el progreso hacia la consecución del Objetivo 6, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptado por las Naciones Unidas en 2015.
¿Agua para todos?
El agua es un recurso vital para el sustento de la vida y los ecosistemas. Asimismo, representa un insumo esencial en prácticamente todas las actividades económicas –agricultura, industria, energía, ocio, etc. Sin embargo, su disponibilidad es limitada.
Se estima que la Tierra alberga unos 1 386 millones de kilómetros cúbicos de agua, pero sólo un 2,5 % de esta cantidad es agua dulce. El resto es salada, se encuentra en forma de hielo o vapor, o se localiza en lugares inaccesibles.
El agua también está distribuida desigualmente en espacio y tiempo, lo que hace que, en ocasiones, este recurso no esté disponible en el lugar y momento precisos para ser utilizado.
Todas estas circunstancias unidas al fuerte crecimiento demográfico, el desarrollo económico, los efectos cada vez más recurrentes del cambio climático y la mala gestión del recurso están creando presiones sin precedentes sobre el agua.
Actualmente, las Naciones Unidas estiman que alrededor de 3 600 millones de personas viven en áreas con riesgo de sufrir escasez de agua al menos un mes al año. Esta cifra podría llegar a superar los 5 000 millones en 2050.
La demanda de agua sigue aumentando drásticamente, pero el recurso es cada vez más limitado. Esto genera tensiones y disputas entre los diferentes usuarios debido a los problemas de acceso y disponibilidad.
A su vez, el hecho de que existan 263 cuencas situadas en las fronteras entre dos o más estados, que 145 países tengan parte de su territorio en cuencas internacionales y que 21 países se sitúen en su totalidad en el interior de cuencas internacionales hace que la gestión del agua sea un problema delicado y que crezca la amenaza de disputas por el agua en el mundo.
Por ejemplo, después de varias décadas, las disputas por el control de las aguas transfronterizas entre Afganistán e Irán continúan estando a la orden del día.
En ocasiones, las tensiones han llegado incluso a desembocar en conflictos violentos. En la región del Sahel (África), considerada como la más vulnerable al cambio climático, destacan los frecuentes enfrentamientos violentos entre pastores y agricultores debido a los problemas de disponibilidad de agua para satisfacer las demandas de animales y cultivos.
Los conflictos en torno al agua
El agua ha sido, es y seguirá siendo un motivo de conflicto. El hecho de que los recursos hídricos estén desigualmente distribuidos en el mundo, exista una variabilidad espacial y temporal de las precipitaciones que afectan al ciclo hidrológico, y no exista otro recurso natural que pueda sustituirla, supone una amenaza para la estabilidad.
La competencia por el uso del agua entre los diferentes usuarios en regiones con problemas de disponibilidad de agua representa un motivo de conflicto. Dado que la producción de alimentos y la de energía son actividades altamente dependientes de los recursos hídricos, satisfacer toda la demanda de agua dulce para riego y producción de energía eléctrica (u otro uso alternativo) podría ser casi imposible en algunas regiones.
Asimismo, las relaciones entre los usuarios que comparten un mismo río podrían representar otro claro motivo de conflicto. Por ejemplo, son habituales los casos donde el vecino aguas abajo acusa al que vive aguas arriba de no dejar correr nunca el agua hasta su terreno, y de contaminar el río en las ocasiones en que la deja pasar.
En un plano internacional, podría destacarse el conflicto por los derechos sobre el agua entre los países ribereños de la cuenca oriental del Nilo (Egipto, Sudán y Etiopía). La disputa se agravó en 2011, cuando Etiopía inició la construcción de una presa de gran envergadura, la Gran Presa del Renacimiento, en ausencia de un acuerdo con Egipto, situado aguas abajo.
Además de estas tensiones y disputas, existen otros sucesos que dan lugar a conflictos armados o violencia física. El Pacific Institute, instituto independiente de investigación sobre el agua, lleva recopilando datos sobre la violencia relacionada con el agua desde hace más de 35 años. Además, han creado una base de datos para clasificar y analizar los conflictos relacionados con el agua.
Dichas estadísticas siguen actualizándose a día de hoy e incluyen sucesos que dan lugar a conflictos armados o violencia física relacionados con los recursos hídricos. Los sucesos se clasifican en 3 categorías:
El agua como desencadenante de conflictos.
El agua como herramienta militar o arma de conflicto.
Los recursos hídricos o los sistemas hídricos como víctimas de los conflictos.
El acceso al agua y su control es un objetivo social y político de primer orden, así como un objetivo estratégico durante los conflictos. Por ello, los vínculos entre el agua y los conflictos se están convirtiendo en el centro de las preocupaciones por la seguridad medioambiental.
Diego Sesma Martín no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
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