No fue una elección democrática, fue una subasta. Argentina no votó libertad: firmó su entrega.
UN TRIUNFO FABRICADO EN WASHINGTON
El liberticida Javier Milei no ganó por mérito político ni por apoyo popular. Ganó porque Donald Trump compró su victoria.
A 40.000 millones de dólares el voto, Argentina fue rescatada del colapso solo para ser encadenada a su verdugo. El “rescate” estadounidense no fue ayuda, fue un contrato colonial redactado en dólares, litio y obediencia.
Trump necesitaba demostrar que la ultraderecha global puede gobernar el caos que provoca. Milei era el experimento perfecto: un fanático con peinado de payaso, discurso de mesías y hambre de poder. A cambio de los miles de millones prometidos, entregó la soberanía argentina a Wall Street y al Pentágono.
Sin Washington, Milei no estaría celebrando nada.
El supuesto milagro económico fue un simulacro: una transfusión de dólares para maquillar la miseria. Los mismos dólares que ahora exigen privatizaciones, despidos y la venta a precio de saldo de Vaca Muerta, el litio y las empresas públicas.
Andrés Malamud, desde Lisboa, lo dijo sin ambigüedades: “Sin el rescate, no había victoria”.
Y tenía razón. Milei no ganó elecciones, ganó una licitación.
El liberticida que prometía dinamitar el Estado lo ha vendido pieza por pieza. Y los mercados, satisfechos, aplauden la ruina con el mismo entusiasmo con que financiaron dictaduras.
ARGENTINA, DE REPÚBLICA SOBERANA A PROTECTORADO DE TRUMP
El “rescate” de Trump tiene precio, y no solo económico. Es el retorno del patrón colonial bajo otro nombre. Cada dólar prestado es una orden. Cada reforma exigida, una humillación nacional.
Los próximos meses traerán la “reforma laboral”, que es otra forma de decir despido libre. La “reforma previsional”, que significa jubilarse muriendo. La “reforma impositiva”, que consiste en seguir salvando a los ricos con el sudor de los pobres.
Milei no gobierna Argentina: la administra para su amo.
Estados Unidos no ha recuperado su influencia en América Latina; simplemente la ha monetizado. Argentina es ahora su laboratorio neoliberal número uno.
Y mientras tanto, el FMI —ese virrey moderno— supervisa los experimentos con la misma indiferencia con que miraba las desapariciones en los setenta.
En los barrios populares, el “milagro” se traduce en ollas vacías, apagones, escuelas sin gas y hospitales desbordados. Pero en la prensa financiera, la euforia es total: los bonos argentinos suben, los mercados sonríen.
El capital celebra, la gente se hunde.
LA FALSA LIBERTAD Y EL NEGOCIO DEL DESPRECIO
El Milei que habla de “libertad” es el mismo que reprime manifestaciones, que llama “parásitos” a los jubilados y “mafias” a los sindicatos. Un liberticida que se disfraza de libertario.
Su discurso contra “el virus mental woke” no es ideología: es marketing de odio. Su “guerra cultural” es una distracción para que nadie mire los números reales: 17.000 empresas quebradas, salarios pulverizados, y una informalidad laboral que roza el 60%.
Milei no combate al Estado, combate a la gente. No lucha contra la casta, la encarna.
Detrás de su retórica antisistema se esconden los viejos apellidos de siempre: los dueños de la soja, del litio y de la deuda. Los mismos que ahora sonríen viendo cómo el loco que prometía destruir el sistema lo apuntala a base de represión, hambre y obediencia al imperio.
Y mientras tanto, el peronismo observa su propia ruina, incapaz de ofrecer una alternativa real. La abstención de 12 millones de personas fue el terreno fértil para el monstruo. La desesperanza fue su mejor campaña.
TRUMP Y MILEI: EL EJE DEL CINISMO
Trump y Milei se necesitan. Uno compra influencia, el otro compra tiempo.
Pero lo que venden juntos es devastador: un modelo donde la democracia se reduce a una transacción y la pobreza a una estadística.
El argentino grita “¡libertad, carajo!” mientras el dólar marca el precio de su destino.
“Argentina depende 100% de Estados Unidos”, advierte el economista Ignacio Kostzer. “Es un respirador artificial.”
Y como todo respirador, se apaga cuando el amo lo decide.
Los acuerdos de Milei con Washington y el FMI son la nueva forma de intervención militar, solo que ahora las bombas se lanzan desde el Tesoro estadounidense.
El resultado será el de siempre: hambre, privatización, y una juventud sin horizonte salvo la emigración o la rabia.
LA ÚLTIMA MENTIRA
Milei promete libertad, pero no hay libertad posible cuando la soberanía se empeña.
Promete crecimiento, pero solo crecen los márgenes de ganancia de las multinacionales. Promete futuro, pero entrega recursos a 30 años vista.
Argentina no votó un cambio, votó un espejismo.
Y cuando la euforia bursátil se disipe, lo que quedará será la factura: el país vendido al mejor postor, la deuda heredada, y un pueblo obligado a pagar los delirios de un liberticida y su mecenas norteamericano.
El FMI es el nuevo cuartel, y Trump su general.
Argentina ya no es libre: está hipotecada. Y Milei sonríe, feliz de ser el capataz de su propia ruina.
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