En la novela de Oscar Wilde El retrato de Dorian Gray, el protagonista posee un cuadro con su imagen que, curiosamente, envejece en su lugar. Sin tener que recurrir a los inventos de la ficción literaria, la ciencia y la antropología física conocen otros medios que pueden bloquear el paso del tiempo. Ötzi, el hombre atrapado en el hielo de los Alpes, presenta un estado de conservación excelente en su trigésimo cumpleaños. Gracias a él tenemos la posibilidad de estudiar una imagen congelada, literalmente, de nuestra historia.
Corría el año 1991 cuando unos excursionistas hallaron en las montañas alpinas de Ötztal los restos de un individuo. Dada su buena conservación, creyeron que se trataba de algún alpinista fallecido pocos años antes. La sorpresa fue mayúscula cuando las investigaciones llegaron a la conclusión de que el cuerpo tenía más de cinco mil años de antigüedad. Desde entonces, Ötzi se ha convertido en una de las principales fuentes de información para conocer el pasado en el continente europeo.
Durante varios años, equipos de investigación altamente cualificados han realizado estudios pioneros en la momia. Gracias a ello se ha revelado gran cantidad de información que nos acerca a nuestro pasado.
En primer lugar, Ötzi lleva consigo las huellas de las características que nos hacen humanos: la violencia y la enfermedad. Se considera el asesinato más antiguo registrado hasta la fecha. De hecho, “el hombre del hielo” presenta la punta de una flecha en el hombro izquierdo, varias costillas rotas y un traumatismo craneal, todos indicios de un posible ataque.
Con entre cuarenta y cincuenta años, Ötzi padecía varias enfermedades y una fuerte artritis que había desgastado sus articulaciones. Asimismo, necesitaba con urgencia los cuidados de un dentista. Las caries, junto a la recesión de sus encías, debían causarle un fuerte dolor.
El hombre del hielo no iba solo, sino acompañado de molestos huéspedes, como la presencia de pulgas, de Helicobacter pylori y de Trichuris sp., que le pudieron causar diversos dolores estomacales.
El estudio realizado a nivel del tracto intestinal de Ötzi sugirió que era omnívoro. De hecho, los tipos de tejido predominantes en las muestras de contenido estomacal fueron fibras musculares animales (posiblemente, de ciervo y de cabra) y fragmentos de plantas. Los restos de alimentos que se encontraron revelaron la presencia de una mezcla equilibrada de carbohidratos, proteínas y lípidos, perfectamente ajustada a las necesidades energéticas de su caminata a gran altura.
Un viaje desde Cerdeña
El misterio de Ötzi parece llamar cada vez más la atención de científicos procedentes de campos muy distintos. De hecho, se han llevado a cabo estudios genéticos que sitúan al antepasado de Ötzi en una región de Cerdeña, lo que demuestra la presencia de un flujo migratorio en la Edad del Cobre.
El equipamiento que llevaba consigo le permitía afrontar los posibles retos de un entorno hostil, como una zona de alta montaña. Vestía ropa hecha con pieles de cabra y fibras vegetales, así como un gorro elaborado con piel de oso. Entre sus útiles se encontró un hacha de cobre (lo que demostraba un símbolo de estatus), un arco, flechas y una daga realizada en material lítico.
Su cuerpo estaba adornado por 61 tatuajes, con diversas líneas y cruces. Según los investigadores, estos diseños tenían una finalidad terapéutica, ubicándose en zonas susceptibles al dolor, por lo que podrían considerarse como una forma primitiva de acupuntura.
La información que contiene Ötzi no solo nos habla de él, sino también de su entorno. De este modo, el estudio de pólenes nos ha permitido un acercamiento a la vegetación propia de los Alpes en la Edad del Cobre, así como fechar su muerte a inicio de verano.
Ciertamente, encontrar y estudiar la momia de Ötzi ha sido como abrir un cofre de riquezas incalculables, ya que se puede comparar su descubrimiento al del abrigo de la Madeleine o a la tumba de Tutankamón.
En poco menos de un 1,60 metros de altura, se hallan resumidos milenios de nuestra historia: patologías (tanto intestinales como dentarias), la dieta, la violencia interpersonal, los comercios o las migraciones. En resumen, todos aquellos aspectos que nos hacen humanos y de los que siguen hablándonos los restos de un hombre que vivió hace 5 300 años.
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