La responsabilidad social y la veracidad informativa son la base, o deberían serlo, de todo el que se considere profesional del periodismo.
Como seres sociales que somos, la comunicación es algo que llevamos a cabo a diario, sin embargo no es lo mismo hablar que saber comunicar. Muchas veces decimos algo y la otra persona lo interpreta de manera diferente, esto es señal de que no hemos transmitido el mensaje de forma correcta.
En un sentido general, la comunicación es la unión, el contacto con otros seres, y se puede definir como el proceso mediante el cual se transmite una información de un punto a otro. Su propósito u objetivo se puede denominar bajo la acción de informar, generar acciones, crear un entendimiento o transmitir cierta idea.
La comunicación humana refuerza las relaciones sociales, enriquece a sus participantes y es el principal agente del desarrollo cultural, excepto si lo que se intenta es generar odio, desconfianza, temor o, directamente, desinformar.
La responsabilidad del periodismo
Hoy por hoy la ciudadanía está expuesta a los mensajes mediáticos. Los consumimos y asimilamos como opinión “propia”. La “opinión pública” tiene a pensar y evaluar de tal o cual forma dependiendo de cómo la información es mostrada. A veces, más de las que debería, en los mismos términos en los cuales la información fue expuesta en los mensajes mediáticos. Los medios de comunicación masivos actúan como transmisores de mensajes hacia el ciudadano promedio. Por lo tanto su función principal es entretener, informar e impartir valores y códigos de comportamiento que propiciarán que los individuos se moldeen a las estructuras sociales
Los medios de comunicación se autolegitiman. Necesitan de la materia prima de los contenidos y la publicidad, que proviene principalmente de los actores de poder. Pero también lo es que tiene espacio aquella información que consigue colar una buena
táctica de comunicación, a veces organizada por profesionales, a veces
empujada espontáneamente por un ciudadano cualquiera. Los intereses económicos chocan frontalmente en ocasiones con la información y en ocasiones es necesario priorizar cierta información que atraiga un click fácil que una necesaria denuncia.
La cada vez menos nombrada deontología profesional periodística es un orden normativo que afecta a la actividad periodística. Está formado por un conjunto de normas o principios generales que, en determinadas circunstancias, se sienten como obligatorias y desarrolla esta necesaria función reguladora, entre otros, el derecho y la moral.
La responsabilidad social y la veracidad informativa son la base, o deberían serlo, de todo el que se considere periodista. Dado el auge de Internet en los últimos años cabe esperar la aparición de nuevos códigos que regulen este ámbito: relaciones, manera de proceder, etc., pero esas bases siguen invariables.
Quienes se consideran periodistas están sujetos a responder ante la sociedad con elevados niveles de profesionalidad, que les lleven a poner todo su saber y diligencia en sus acciones debido a la repercusión que puede tener su trabajo. Para ello, el periodista tiene que asentar previamente esas bases de su profesión de las que hablamos, junto con la necesidad de desarrollar el periodismo de manera libre y responsable.
Periodismo y ética en España
La victoria franquista implantó una severísima Ley de Prensa, vigente hasta el año 1966, que determinaba que todo libro o publicación debía pasar, antes de ser impresa para consumo público, por los censores. El único medio no sometido a la censura es RNE. Todas las emisoras de radio estaban obligadas a conectar dos veces diarias para difundir el parte de RNE. La Ser fue la cadena que rompió con esta norma, sin consentimiento previo del ejecutivo, una vez muerto Franco, impartiendo su propio informativo. Hasta 1975 tuvo que esperar España para recuperar un sistema democrático que evitara el control exagerado sobre los medios de comunicación.
Casi todas las regulaciones existentes en España recogen las normas que se aprenden en las facultades de Periodismo: el respeto a la verdad. Para ello, se debe perseguir la objetividad aunque se sepa inaccesible, contrastar los datos con todas las fuentes necesarias, diferenciar entre información y opinión, y enfrentar, cuando existan, las versiones diferentes sobre un hecho.
En España existen alrededor de una docena de medios o colectivos profesionales que se han dotado de una regulación ética, articulada en forma más o menos concreta y plasmada en códigos entendidos como tales, en estatutos de redacción, convenios colectivos e incluso libros de estilo. La mayoría han surgido en la década de los noventa y en todos los casos, se trata de consideraciones éticas y deontológicas que afectan a grupos profesionales como -la Asociación de Periodistas de Información Económica, el Colegio de Periodistas de Cataluña, la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE)-, o medios de gran difusión: El País, El Mundo, ABC, El Periódico de Catalunya, el grupo Correo, Europa Press, la COPE, RTVE.
Uno de los factores a la hora de interpretar la situación periodística según J.M. Sabucedo y M. Rodríguez, es la confianza y profesionalidad de la fuente periodística. Dicha credibilidad por parte del periodista, marcará su profesionalidad para con los medios de comunicación. Esta característica en la fuente, viene determinada por dos factores fundamentales: la confianza y la experiencia, los cuales incrementan la eficacia del mensaje en aquellas áreas en las que la fuente se considera expertas.
La aparición de grandes grupos multimedia da lugar a una singular ley de competencia que no se da en ningún otro sector económico español. Con libre competencia, la teoría predice que la calidad mejora y los precios tienden a la baja; sin embargo, esto no sucede en el mundo de la comunicación en España, incluso, cuando sabemos que los medios ejercen un servicio público. Por ejemplo, la mayor competencia en televisión no está derivando en una mayor calidad de contenidos.
El Código Deontológico y los medios digitales polémicos
El Código Deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), señala que “el periodista extremará su celo profesional en el respeto a los derechos de los más débiles y los discriminados. Por ello, debe mantener una especial sensibilidad en los casos de informaciones u opiniones de contenido eventualmente discriminatorio o susceptibles de incitar a la violencia o a prácticas humanas degradantes”.
Sin embargo, ciertos medios digitales surgidos en los últimos años se alejan claramente de este pretexto. Un ejemplo lo vimos estos días: Rachel L. Levine, ex secretaria de Salud de Pensilvania, era nombrada subsecretaria de Salud el 19 de enero de 2021 por el nuevo presidente de los Estados Unidos Joe Biden.
La forma de tratar esta noticia ha sido muy diferente entre los digitales llamados progresistas y la de los medios “ultras”, como Mediterráneo Digital. Mientras que medios como La Vanguardia o El Confidencial, poco sospechosos de ser de “izquierda”, titulaban “Biden nombra a la doctora transgénero Rachel Levine como subsecretaria de Salud” y “Rachel Levine: la doctora trans que puede hacer historia en el Gobierno de Biden”; Mediterráneo Digital decidía informar “Joe Biden nombra a un trans como nuevo subsecretario de Sanidad”.
Los matices del título del digital pasa por varios puntos criticables desde el punto de vista del código ético periodístico, desde el faltar al respeto al colectivo LGTBI -recordemos que el código deontológico pide profesionalidad ante los derechos de los más débiles y los discriminados- al tratar con género masculino a una persona trans que se identifica como mujer -sensibilidad ante opiniones de contenido eventualmente discriminatorio-, pasando por ignorar la profesión de Levine para ser citada solo por su condición de “trans”, o por la intencionada deshumanización que supone no usar ni su nombre.
Este es solo un pequeño ejemplo del uso de titulares y noticias para generar clicks a través de polémicas y odio. En un mundo en el que la riqueza está concentrada y en el que existen grandes conflictos de intereses de clase, el cumplimiento de la ética periodista se torna imprescindible en un mundo cada vez más polarizado. La información y cómo llega a los lectores tiene implicaciones sobre las sociedades democráticas actuales, por lo que, como usuarios de estos medios, debemos “azotar” a estos medios dejando de visitarlos por muy jugosos que sean los titulares, castigarlos hasta que vuelvan al cauce responsable de la ética y la responsabilidad social que se le presupone a un medio.
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