Por Iván Igea Durán – Muévete a tu bola Podcast
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En la escena final de La Lista de Schindler, después de que los Nazis perdieran la guerra el 7 de mayo de 1945, el empresario nazi Oskar Schindler abandona la fábrica rodeado de los judíos a los que había empleado en sus empresas anti rentables con el único fin de salvarles la vida, después de haber sufrido una radical transformación en su propósito vital, que no era otro que amasar fortuna, ante la evidencia de que el partido al que servía estaba cometiendo un injustificable y atroz holocausto. En dicha escena sus empleados le entregan una carta firmada por todas y todos los trabajadores de la fábrica en la que detallan el gesto de humanidad que había tenido con ellos, por si en algún momento de camino al exilo eran capturados por los aliados y juzgados por crímenes de guerra. Acto seguido Stern, su fiel contable, le hace entrega de un anillo con una inscripción:
- Es hebreo, del Talmud, dice : quien salva una vida salva el mundo entero.
Oskar Schindler se emociona tanto que el anillo cae al suelo. Tras recogerlo estrecha la mano de su colaborador y le dice:
- Podría haber salvado a más. Podría haber salvado a más… no se, pero creo que podría haber salvado a más.
Stern niega con la cabeza y le responde:
- Oskar, mil cien personas viven gracias a usted, mírelas.
- Si hubiera ganado más dinero… yo… he despilfarrado tanto.
- Generaciones enteras vivirán por lo que ha hecho.
- No he hecho lo suficiente.
- Ha hecho mucho.
Schindler se acerca entonces a su automóvil roto por la emoción y la culpa y dice:
- Este coche ¿Quién me lo habría comprado? ¿Por qué me lo quedé? ¡Habría salvado otros diez! Diez personas, diez personas más. Y este alfiler, dos personas. Es de oro. Me habría dado dos personas más. Al menos una, una persona más, una persona Stern… Por esto… Pordría haber salvado una persona más y no lo hice. No lo hice… No lo hice… No lo hice… No lo hice…
Esta película del año 1993 impactó a una generación que pudimos acceder mediante la ficción al horror y la crueldad que se vivió en los campos de concentración y de exterminio de los Nazis. Steven Spielberg quiso centrar la narración del genocidio en la figura de este empresario que en la vida real llevó a cabo esta catarsis llevado por la compasión y el horror de las imágenes del Gueto de Varsovia, cambiando su principal motivación vital, hacer fortuna para vivir una vida de lujos y excesos, por la de hacer fortuna para tener el máximo dinero posible para a su vez poder rescatar el mayor número de personas del campo regentado por el psicópata Amon Goth.
Cuando este le pide poner precio a la vida de sus prisioneros y Schindler accede a pagar por rescatarles (con la excusa de conseguir mano de obra barata), confecciona junto a Stern la famosa “Lista de Schindler. Al terminar de redactarla Stern se la muestra y le dice:
- Esta lista es el bien absoluto.
Esta película, que deja mensajes obvios, también deja entrever otros como que el dinero no es un fin en si mismo. El dinero es una herramienta de la que nos dotamos los humanos para sobrevivir y, según en que parte del planeta te haya tocado la lotería nacer, lograr un cierto bienestar. Pero si para algo tiene que servir el dinero, llegado el caso, debe ser para salvar vidas ¿Qué sentido tiene disfrutar de una vida de exceso ante la realidad de un exterminio de seres humanos?
¿Cuántos ancianos podrían haber vivido o fallecido de forma digna con esos 234.000 euros?
Puede haber cierta controversia a la hora de dedicar una de las mejores películas de nuestra historia reciente a “blanquear” la vida de Schindler, que efectivamente salvó la vida de cerca de mil doscientos judíos, pero que fue un espía nazi que colaboró en su expansión por Europa y posteriormente fue un empresario que despilfarró cantidades ingentes de dinero en sobornos y lujos para alcanzar una posición de reconocimiento dentro de las élites nazis ¿De cuántos asesinatos había sido responsable hasta el momento de su posterior epifanía?
Me viene a la cabeza el relato de Galeano en el que cuenta la historia de uno de los militares más sanguinarios de la dictadura Argentina. Cuenta que tras finalizar la dictadura fue condenado a muerte y pidió como última voluntad dirigir su propio fusilamiento. Delante del pelotón dijo: “Preparados, apunten…” en ese momento a un soldado se le encasquilló el arma y dijo: “tranquilos señores, no se pongan nerviosos”. Nuevamente dijo: “Preparados, apunten, fuego”. Y esta vez murió. El final de esta historia de Galeano, que contaron en una reunión de colegas en la habitación de un hotel, era que “Una muerte digna es siempre una buena historia que contar. Aunque sea la muerte digna de un hijo de puta”. En este caso no quiero perder de vista que la vida de Oskar Schindler sea tal vez una vida digna de contar, aunque desde luego no sea una persona ni mucho menos ejemplar. Pero al menos tuvo la lucidez en un momento crucial para la historia de la humanidad, de poner la dignidad humana por encima de la ambición personal, con tal de hacer lo que era justo en ese momento, que era salvar vidas de inocentes.
Es en definitiva la historia de un empresario que se jugó su fortuna y su vida, por salvar la vida de ciudadanos que estaban siendo masacrados por el Estado que debía protegerlos. No olvidemos que Hitler accedió al poder tras ganar unas elecciones. Por lo tanto, el sistema que debía gestionar los recursos de todos para garantizar el bienestar de los ciudadanos, lo utilizó en desarrollar las más sofisticadas armas y campos de exterminio para masacrar a parte de sus ciudadanos, por una cuestión de raza, religión o tener una edad en la que no eran útiles ni siquiera como mano de obra esclava.
El Estado no debería dejar el debate de la utilidad o el fin del dinero al libre mercado, porque entonces nos encontramos con que el capitalismo, que debería de ser una forma de estructurar el mundo a nivel financiero, se transforma de pronto en una religión, llena de fanáticos extremistas, llena de falsos predicadores como los “cryptobros” y de intocables mesías como Amancio Ortega. Un Estado democrático tiene como representantes a personas que han salido de entre nosotros, y que de forma remunerada pero casi altruista (porque evidentemente muchos ganan menos dinero en la política de los que lo harían en el sector privado), deben gestionar los recursos económicos para generar un bien en forma de servicios públicos a los ciudadanos. A cambio de la recaudación progresiva de impuestos a los que mas ganan, el Estado concede libertad para desarrollar su actividad económica a las empresas, dentro de unas reglas que pongan el respeto a las leyes, a la Constitución y a los Derechos Humanos por encima del beneficio económico.
Esto último que he señalado es lo que se les olvida mencionar a los predicadores del liberalismo económico, que generalmente, y sobre todo en España, recurren a la constitución para reclamar la unidad de la Nación, la inviolabilidad de Rey o el derecho a la propiedad privada, pero sin embargo te tratan con condescendencia o te infantilizan cuando argumentas que los impuestos deben ser progresivos, que todos tenemos derecho a un trabajo digno, a una vivienda o a una sanidad pública universal y gratuita. Ahí te dicen que por eso el dinero no lo debe gestionar nunca la izquierda, que hay que ser realistas, que hay que reducir el gasto en lo social, que hay que derivar la gestión de lo público a las empresas privadas ya que lo hacen mejor, y que no hay que asfixiar a los emprendedores con impuestos, que son los que generan la riqueza y que si no les damos beneficios fiscales buscarán países más amigables con los impuestos.
El dinero deja de ser un medio para el bienestar de las personas y pasan las personas a ser el medio para obtener su fin último que es la acumulación de dinero.
El peligro de haber dejado que el liberalismo económico se eleve al nivel de religión amplificado con discursos fake desde los mass media, es que finalmente son los ciudadanos mas humildes, los que reciben subsidios o son beneficiarios del Salario Mínimo, los que votan movidos por ese discurso en contra de sus propios intereses a partidos que quieren quitar esas ayudas o que votaron en contra del SMI. Hasta aquí podemos estar debatiendo de dos modelos económicos diferentes, de Smith y de Keynes, de recortar en gasto y dejar que la mano invisible del mercado regule o de invertir desde el Estado para competir con las empresas privadas, manteniendo el equilibrio y revirtiendo los ciclos de crisis.
Pero cualquier teoría económica debe de ser llevada a cabo por políticos, que son seres humanos que toman decisiones sobre la vida y la muerte de otros seres humanos. Y todo se complica cuando esas personas que llegan a puestos de responsabilidad, da igual que sea la gestión de un gobierno, de una empresa o de un club deportivo, han visto fagocitada su alma por la religión del dinero y ven invertidos sus valores. El dinero deja de ser un medio para el bienestar de las personas y pasan las personas a ser el medio para obtener su fin último que es la acumulación de dinero.
Ahí si que debemos distinguir el ámbito de la crítica, ya que si hablamos del sector privado, y ya que hemos aceptado barco como animal acuático, aceptando vivir en un sistema en el que se permite el libre mercado a cambio de garantizar un sistema de bienestar y una justicia social que se sostiene a base de impuestos, nos encontraremos con empresas que quieran seguir incrementando año a año sus beneficios. Ante eso simplemente tenemos que decirles como sociedad: perfecto, yo te garantizo tu derecho a la propiedad privada y evitare de algún modo que tus trabajadores, que multiplican por cien a los directivos, os expulsen y tomen el contros de la empresa de forma cooperativa. Pero a cambio tú tienes que cumplir con estos convenios, ofrecerles esta seguridad, estos derechos y estos beneficios sociales, para que tu puedas seguir aprovechándote de la plusvalía que te generan tus empleados y empleadas.
Otra cosa bien diferente es cuando hablamos de la gestión de lo público, que si me permiten si que tendría que ser respetado y adorado como una religión, ya que nos permite vivir con una seguridad y un bienestar del que nunca antes había gozado la humanidad. Solo hay que pensar como vivían en España nuestros abuelos. Cuando algún nostálgico os diga que somos la generación que peor ha vivido en los últimos cien años, le podéis recomendar la película “Las Hurdes, tierra sin pan” de Buñuel. Después podremos alegrarnos de los beneficios que el sistema de bienestar, con todos sus defectos y necesarias mejoras, nos ofrece.
Para gestionar este patrimonio de todas y todos que es el sistema de bienestar y que se financia a base de impuestos, no hace falta poner al mando a los más preparados, los más listos o quienes hayan gestionado previamente con éxito iniciativas empresariales privadas. Hace falta ante todo que nuestro dinero público recaiga en las manos más honradas. En personas que tengan la prosperidad de sus semejantes como un fin en si mismo y el dinero como una herramienta para lograr esa meta, y no al contrario. Personas que crean firmemente y estén dispuestas a dejar su vida por defender esa idea, que el fín último de la existencia es la conservación de la vida de los ciudadanos, pero sobre todo y ante todo, garantizar el derecho a que esa vida sea DIGNA.
Mientras salíamos a los balcones para aplaudir a sanitarias y sanitarios, otros amasaban fortuna y se cubrían de lujos con el dinero de los impuestos de todas y todos que debería haber ido a salvar vidas y reactivar lo antes posible nuestras vidas.
Contra ese derecho a la conservación de la vida digna de los ciudadanos se han sublevado nuestras instituciones durante estos últimos años en los que nos vimos sorprendidos por la pandemia del COVID. Mientras que nos confinábamos en nuestras casas temblando de miedo por la suerte de nuestros familiares, mientras llamábamos a los centro de salud durante horas sin obtener respuestas. Mientras tratábamos de hablar desesperados con los servicios de pediatría porque nuestros hijos tenían enfermedades leves que se veían agravadas por falta de diagnóstico o tratamiento. Mientras temíamos por nuestro futuro laboral por la parálisis de la economía. Mientras salíamos a los balcones para aplaudir a sanitarias y sanitarios que se dejaban la salud física y mental para cuidar de la nuestra. Mientras poníamos en los grupos de WhatsApp de nuestras familias, amigos y compañeros “De esta saldremos mejores”. Mientras todo eso pasaba, una gran parte de quienes tenían como misión hacer que esa situación se revirtiera, amasaban fortuna y se cubrían de lujos con el dinero de los impuestos de todas y todos que debería haber ido a salvar vidas y reactivar lo antes posible nuestras vidas.
Pero sobre todo y ante todo… A salvar vidas. Y antes que ninguna la de las personas mas vulnerables. La de las personas que en esa situación tan terrible no se podían valer por sus propios medios para salvarse. La de las personas mayores que a una edad cercana a los noventa años, habían vivido una Guerra Civil, los rigores de una posguerra, una cruel dictadura de cuarenta años, y que ahora que podían disfrutar de una vejez mas o menos tranquila, se vieron abandonadas y abandonados por un sistema que decidió olvidarles de la manera mas indigna posible.
La semana pasada se hizo público el informe desarrollado por laComisión Ciudadana por la Verdad en las Residencias de Madrid. La Comisión que lo ha elaborado se compone de los siguientes miembros (Extraido literalmente del informe):
– José Antonio Martín Pallín. Presidente de la Comisión. Magistrado emérito del Tribunal Supremo.
– Fernando Flores Giménez. Redactor del informe. Profesor del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia (IDH) y profesor de Derecho Constitucional en la misma universidad.
– María Victoria Zunzunegui Pastor. Doctora en epidemiología por la Universidad de California. Profesora jubilada de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Montreal.
– Fernando Lamata Cotanda. Médico, experto en Gestión y Administración Sanitaria, ha ocupado diversos cargos en el Ministerio de Sanidad. Ha sido miembro del Panel de Expertos de la Comisión Europea en políticas sanitarias.
– Anna Freixas Farré. Escritora. Profesora jubilada de la Universidad de Córdoba. Ha hecho importantes aportaciones sobre el envejecimiento de las mujeres.
– Cristina Monge Lasierra. Socióloga y Politóloga y profesora asociada de Sociología en la Universidad de Zaragoza.
– Eduardo Ranz Alonso. Abogado y profesor de la Universidad Carlos III. Especialista en memoria histórica.
He querido poner literalmente la trayectoria de las expertas y expertos que han elaborado este informe ya que en los próximos días, si por alguna extraña carambola sus conclusiones saltaran a las mesas de debate de los grandes medios, habrá quien se ocupe de tratar de desprestigiar la trayectoria o la imparcialidad de todas ellas y ellos. Cuando lo primero que quisieron dejar claro es que esta labor la hacían desde la mas profunda solidaridad con las víctimas y compromiso con los Derechos Humanos.
Seguramente encontrareis artículos detallados con las conclusiones de este informe, pero por resumirlos, se concluyó que gran parte de las 7.291 víctimas en residencias, en concreto más de 4.000 podrían haber salvado la vida si la Comunidad de Madrid no hubiera activado los “Protocolos de la Vergüenza”, que impedían el traslado de mayores de residencias a los centros hospitalarios. Tampoco se medicalizaron las residencias, tal y como aseguraba Ayuso que se había hecho. En el IFEMA se pusieron 1.500 camas y se derivaron 3.000 sanitarios y no hubo traslados de ancianos a ese macro centro de atención, en el que meses después montaron una fiesta de despedida y cierre con conga e invitación a perritos por parte de Ayuso, Almeida y Villacís.
A raíz de la pandemia y el confinamiento, retomamos nuestro programa, Muevete a tu Bola, en formato podcast. Y a pesar de nuestra humilde repercusión siempre tenemos la suerte de tener importantes invitadas en invitados que nos dan luz sobre los asuntos que en esos momentos están de actualidad y nos interesan. Por ello tanto hacemos una concienzuda labor de documentación sobre los temas que vamos a tratar, y por aquel entonces el protagonista casi único era el COVID. Por lo tanto hay noticias que salieron a la luz en esos días y que por desgracia han quedado ocultados por las nuevas noticias de actualidad.
Por eso no podré olvidar noticias como que, en lo mas duro de la pandemia, mientras la OMS urgía a España a doblar el número de rastreadores para evitar un repunte incontrolado de la segunda ola, Ayuso firmaba un acuerdo con la conferencia episcopal para garantizar un capellan por cada cien camas y garantizar el derecho a la extremaunción. Para esa labor Ayuso financió con un millón de euros a la iglesia.
¿Cuántas residencias se hubieran podido medicalizar con ese millón de euros?¿Cuantas victimas se podrían haber trasladado a hospitales para recibir ayuda o al menos para no morir sin cuidados paliativos?
Mas tarde nos enteramos de que el hermano de Ayuso recibió una comisión de 234.000 euros por la venta de mascarillas… ¿Cómo? ¿Pero no hay personal suficiente en las instituciones, en los ministerios y las consejerías de sanidad para coger el teléfono y llamar a empresas de todo el mundo para que nos provean de mascarillas?¿Lo ha tenido que hacer un intermediario?¿Y de los seis millones de madrileños que hay ha tenido que ser casualmente el hermano de la presidenta al que le toque el chollo? Pues sí. Todo se resolvió demostrando que la factura estaba bien realizada. Pero como dijo un tal Pablo Casado un par de días antes de que le despidieran de su trabajo: “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000€ de beneficio por vender mascarillas”.
¿Cuántos ancianos podrían haber vivido o fallecido de forma digna con esos 234.000 euros?
Cuando no ganábamos para sorpresas nos enteramos del caso del primo del Alcalde Almeida que hizo de enlace con los empresarios Medina y Luceño también por la venta de mascarillas. Para colmo esas mascarillas eran defectuosas y habían inflado artificialmente los precios para obtener cuantiosos beneficios. Para mas detalle, la venta se realizó por valor de 10,8 millones de euros y se embolsaron una comisión de 6 millones de euros. Es decir, un humilde 60% de comisión por hacer una gestión que en mi inocente concepción del universo la deberían estar haciendo los miles de trabajadoras y trabajadores públicos como parte de su sueldo.
Hago aquí un breve paréntesis para indicar que sé por experiencia profesional, que una buena comisión en una gestión de compra-venta puede rondar entre un 5% o un 10%. Más de eso ya es muy extraño. Pero un 60% de comisión no creo que lo haya visto ni Warren Buffett. Normal que tras el éxtasis del pelotazo obtenido con el dinero de tus impuestos, los empresarios Medina y Luceño se quisieran dar un homenaje regalándose un Lamborghini, un Rolex, un yate, un apartamento… Detalles a los que tú jamás podrás acceder porque no te has leído el libro “Padre rico, padre pobre”, no te compras gorras de 500€ para conectar con la energía de los millonarios, ni te levantas a las cinco de la mañana para hacer burpees, vago.
¿Cuántas vidas hubiéramos salvado con el Lamborghini, el Rolex, el Yate y el apartamento?
Cuando parecía que la corrupción derivada de la pandemia no podía ser mas grotesca, salta el caso Koldo, en el que la Fiscalía Europea (ahí no le vale de nada a los dos grandes partidos del parlamento el no ponerse de acuerdo con la renovación del CGPJ) alerta de la opacidad de 17,8 millones de euros en la venta de mascarillas a los servicios de salud canario y balear; y en la misma semana nos enteramos de que la pareja de la presidenta Ayuso habría cometido un presunto fraude fiscal de 350.000€. Yo desde el primer momento me escandalicé de que la prensa se escandalizara de lo escandaloso del presunto fraude, pero nadie se escandalizara de la escandalosa comisión que se había llevado (aquí no hay presunto que valga… la comisión se la llevó), por hacer nuevamente lo que deberían hacer los funcionarios públicos por el sueldo que ya cobran ¡Coger un teléfono y llamar a una empresa de mascarillas! Pues nada, otro pelotazo de dos millones de euros, con tirabuzón en forma de fraude a Hacienda, por la venta de mascarillas que recae en los afortunados allegados a la presidenta de la Comunidad, que no encontró sin embargo dinero para medicalizar las residencias.
Fijaos, los que desde la política defienden que hay que adelgazar el Estado y pagar muchos menos impuestos, montan empresas para cobrar comisiones haciendo servicios ficticios a las instituciones, comisiones que cobran con dinero de tus impuestos, y montan empresas ficticias para facturar gastos ficticios, para defraudar dinero real a Hacienda. Porque en sus cabezas son empresarios madrugadores que generan riqueza y puestos de trabajo, y no van a pagar impuestos para que tú te los lleves en forma de sanidad, educación o dependencia, vago.
Para celebrar el trabajo bien hecho, compro dos pisos de un millón de euros cada uno… Y un humilde Maserati. Mentalidad de tiburón ¡Es el mercado amigos!
Esto es terrible. Pero lo más terrible es que si mañana hubiera elecciones no se verían penalizados electoralmente. Ya que parte de la trama es tener también subvencionados a los mass media en forma de publicidad institucional para que te vendan la idea de que tú también lo harías si pudieras. Y que el problema no es una comisioncita por la venta de mascarillas, sino el okupa inmigrante que se va a meter en tu casa cuando bajes a comprar el pan. Ese si es el problema. Y que te dejen libertad para salir a tomar una caña.
¿Y quién va a hablar del informe de la Comisión Ciudadana que dice que se vulneraron derechos fundamentales, como el derecho a la atención sanitaria, agravado por un criterio de discriminación por edad o por capacidad cognitiva? Es terrible saber que solo unas decenas de ancianos fueron derivados a hospitales por disponer de seguro privado. No hubo dinero para medicalizar las residencias públicas pero Ayuso incrementó las ayudas a Quirón, la empresa con la que contrataba su pareja, de los 20 millones a los 400 millones en 2022.
¿Quién va a decir en prime time que el informe revela la “falta de interés y voluntad por parte de las autoridades públicas políticas y judiciales para averiguar, analizar e informar sobre lo sucedido”?
¿Quién, si no es Wlly Veleta, se va a atrever a ponerle un micrófono a Ayuso y preguntarle sobre su responsabilidad en la gestión de las residencias y en la elaboración de los protocolos de la vergüenza que, como dijo el exconsejero de sanidad Alberto Reyero, llevaron a los ancianos que vivían en residencias a morir de forma indigna?
Nosotras y nosotros, desde nuestro humilde rincón informativo en forma de podcast, seguiremos apoyando y dando voz a luchadoras como Mercedes Huertas, portavoz de Verdad y Justicia y la Marea de Residencias, que han convertido la reparación, la verdad y la justicia para las víctimas de las residencias en un propósito de vida. Y de su lucha nos beneficiaremos todas y todos, aunque a día de hoy nos mostremos indiferentes ante este drama, porque más tarde o más temprano seremos uno de esos residentes que por encima de vivir o morir, reclamaremos un trato digno. Mujeres como Mercedes son el ejemplo de que, en la lucha por conseguir la dignidad para los demás, hace grande la suya ¡Gracias compañera!
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