José María Forqué tuvo una larga y prolífica carrera como cineasta desde su debut en 1951 hasta su fallecimiento en 1995. Fue un autor integrado dentro de la industria del cine español. Esto es clave para entender su filmografía: el cine de Forqué es, en su mayoría, un cine que toma en consideración al público y pretende conectar con él en taquilla.
Bebe del cine clásico, porque utiliza estrellas y convenciones de género, y es fundamentalmente narrativo. Sin embargo, Forqué no se limitó a caer en las inercias de lo industrial, sino que frecuentemente aprovechó ese marco para expandir las posibilidades artísticas y discursivas de sus obras.
Como su coetáneo Pedro Lazaga, pronto vio que para poder trabajar con continuidad debía integrarse en las estructuras industriales. Ser autor implicaba enormes riesgos: en el cine español de los cincuenta y sesenta había pocas productoras verdaderamente poderosas, se trabajaba con ajustados recursos económicos, el público nacional estaba acostumbrado al cine comercial y, por supuesto, había censura, limitando los contenidos y las formas de las películas, entre otros factores.
Sin embargo, esa integración industrial no tenía por qué implicar renunciar por completo a explorar las posibilidades creativas del medio. Ya en María Morena (1951), película folclórica codirigida por Forqué y Lazaga, podemos comprobar cómo, por ejemplo, se rueda un número musical en plano secuencia (una toma sin cortes que se realiza durante un tiempo dilatado).
Forqué y la comedia popular
Actualmente, Forqué es especialmente recordado por sus comedias, aunque trabajó muchos más géneros.
Tras ganar el Oso de Plata en el Festival de Berlín por Amanecer en Puerta Oscura (1957), relato de aventuras sobre bandoleros con trasfondo social en la Andalucía del siglo XIX, La noche y el alba (1958) no tuvo el éxito esperado y eso le llevaría a abrazar con particular intensidad el cine comercial.
Llegarían entonces Maribel y la extraña familia (1960, adaptación de la obra teatral de Miguel Mihura), Usted puede ser un asesino (1961, adaptación de Alfonso Paso), Atraco a las tres (1962), Un millón en la basura (1966) o Las que tienen que servir (1967, también adaptación de Paso).
El género más comercial del cine español de la época era la comedia. Frecuentemente, productores-guionistas como Pedro Masó o José Luis Dibildos contrataban a directores como Forqué o Lazaga para que dirigieran sus películas de forma solvente y efectiva. Forqué colaboró particularmente con Masó, ejerciendo en ocasiones de productor asociado.
Comedias modernas a la española
Durante los años cincuenta, en España se habían desarrollado comedias que manifestaban lo que Castro de Paz y Cerdán han considerado una modernidad a la española. Se alejaban del clasicismo puro incorporando un mayor realismo estético, rodando en exteriores, sofisticándose discursivamente y formalmente, pero dialogando con la tradición de la comedia popular, con sus queridos cómicos y su tendencia al costumbrismo.
Fernando Fernán Gómez, Luis García Berlanga, Rafael Azcona y Marco Ferreri llevarían particularmente lejos esta modernidad a la española con películas como El pisito (1959) y Plácido (1960), que fueron claramente esperpénticas.
Forqué se mantendría durante los sesenta en esa línea híbrida de hacer comedias populares que, simultáneamente, poseían cierta sofisticación narrativa y formal y eran testimonio de su época.
Atraco a las tres es un ejemplo de ello. Escrita y producida por Masó, presenta como protagonistas a unos pobres perdedores, empleados de banco, que planean asaltarlo para huir de sus vidas precarias, permitiéndose soñar con una vida mejor sin carencias materiales.
Otro ejemplo es Un millón en la basura. En ella, la mezcla de comedia popular y melodrama integra también una mirada muy directa a la vida en la precaria periferia madrileña, donde muchas personas vivían una miseria lejana a las imágenes de esplendor del desarrollismo promocionadas por el régimen franquista.
En esta ocasión, el hallazgo de un millón de pesetas pone a sus protagonistas en la disyuntiva de aceptarlo, y mejorar sus condiciones de vida, o no.
Desafortunadamente, sobre todo desde los años sesenta, críticos y jóvenes cineastas españoles, en su afán por renovar el medio, cada vez tenderían a imaginar por separado cine comercial y cine de autor, generándose una polarización que se extendería en el tiempo.
Se crearía así el espejismo prejuiciado de que toda comedia española era puro cine de consumo homogéneo, sin distinguir los esfuerzos creativos de Forqué de los rodajes velocísimos y con poca atención a la estética de Mariano Ozores, por ejemplo.
En esta asunción de que no puede haber autoría o valor estético en el cine comercial radica en buena medida la falta de una mayor legitimación de Forqué como cineasta. Pero basta con ver alguno de los títulos citados para cuestionarla, como mínimo por perezosa e injusta.
Cine de género, pero sofisticado
Forqué siempre procuró aportar soluciones ingeniosas y originales a la puesta en imágenes de sus películas, al menos en secuencias particulares, proporcionando ritmo, dinamismo, cuidado formal en sus encuadres y movimientos de cámara, a veces integrando imágenes llamativas, para no limitarse a una mera ilustración o visualización de diálogos y situaciones.
Un ejemplo claro de sofisticación formal es ¡Dame un poco de amoooor…! (1968), película musical para lucimiento de Los Bravos que es uno de los más elaborados ejercicios de estilo del cine comercial de la época. Su estética pop bebe de las películas de Richard Lester para The Beatles y se adelanta (y mucho en España) al naciente medio de los videoclips.
Aquí podemos encontrar a un Forqué estilísticamente desatado, entregado a un exceso formal que no baja su pulso en toda la cinta y que integra lentes deformadas, movimientos de cámara e incluso animaciones. Medio siglo antes de que C. Tangana o Rosalía jugaran con reapropiaciones modernas del imaginario tradicional español, Forqué ya desarrollaba fragmentos como este:
El Forqué de los 70
Forqué fundaría su propia productora, Orfeo, en 1967, y esto le permitiría mayor libertad creativa en algunos proyectos (sin descuidar la producción de obras más alimenticias que sostuvieran la empresa económicamente). El Forqué de los años setenta es particularmente manierista, excesivo, grotesco, turbio y merece una justa reivindicación.
Arrancaría la década colaborando en varios títulos con Rafael Azcona, como La cera virgen (1971), una esperpéntica sátira de la represión sexual y la doble moral españolas, con un José Luis López Vázquez en crisis ante una exuberante Carmen Sevilla, protagonista de números musicales oníricos delirantes.
Más tarde, comenzaría a colaborar con el dramaturgo Hermógenes Sáinz, generando títulos como la malsana No es nada, mamá, solo un juego (1974), una fábula turbadora sobre el abuso de poder (económico, personal) que integra elementos de thriller y giallo y con reparto internacional (David Hemmings, Alida Valli, Francisco Rabal…).
También merece nombrarse Una pareja… distinta (1974), una transgresora tragicomedia que presenta a Lina Morgan como Zoraida, mujer barbuda y madre desamparada, probablemente la interpretación más compleja de la querida estrella. Junto a Morgan, también arriesga López Vázquez como un hombre bisexual que se gana la vida como travesti cómico y que primero explotará a Zoraida y luego acabará enamorándose de ella.
Como se puede comprobar, no estamos ante mero cine de género de consumo rápido, sino ante la obra de un cineasta inquieto que aprovechaba los cauces industriales y narrativos del cine comercial para problematizarlo, explorar sus límites y contradicciones e invitarnos a reflexionar sobre problemáticas sociales, haciendo equilibrios entre géneros cinematográficos y modos de expresión a priori heterogéneos (lo autoral y lo comercial, lo trágico y lo cómico, lo exploitation y la alegoría intelectual).
Durante los años ochenta, década en la que algunos veteranos directores de cine de género sufrieron un descrédito a veces excesivo, Forqué se adaptó al medio televisivo, produciendo y dirigiendo series de ambientación histórica para Televisión Española.
Santiago Lomas Martínez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
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