La situación actual de la pandemia ha modificado nuestra vida en todos los contextos porque lo que se anunciaba como algo agudo y corto en el tiempo se ha tornado en prolongado e incierto.
Tengamos en cuenta, además, que todo cambio genera estrés. Y la Universidad es un ámbito más que se ha visto sumergido en grandes cambios, pero cuyas implicaciones y repercusiones son tan transcendentales que de su superación dependerá el futuro de nuestra sociedad.
Los docentes universitarios hemos tenido que dar solución a diferentes problemas en un periodo relativamente corto para que nuestro alumnado alcance los conocimientos y competencias perseguidos por cada titulación.
Los nuevos retos a los que nos estamos enfrentando son salud mental de los docentes y discentes, acompañamiento del alumnado, nuevas formas de evaluación y adaptación de las prácticas educativas.
Ayuda psicológica
A medida que vamos avanzando, tras un año de pandemia, la ayuda psicológica se está convirtiendo en esencial, hasta que se normalice la situación médica y, más allá, con sus repercusiones postraumáticas.
Tanto es así que desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se lanza una serie de consejos a la población en general para minimizar las repercusiones psicológicas y mitigar las consecuencias de la cada vez más conocida fatiga pandémica.
Pero ¿cómo está afectando la pandemia al ámbito universitario? Desde hace tiempo se viene estudiando la salud mental de los docentes, pues la prevalencia de los problemas psicológicos en este sector viene siendo media o alta, siendo el trastorno más estudiado, por las repercusiones económicas y sociales, el síndrome de Burnout. A esto tenemos que sumar los efectos que la crisis sanitaria y la fatiga pandémica ocasionan en los docentes.
La educación universitaria se ha visto obligada a cambiar de un modo significativo y rápido los procedimientos y el desempeño de la labor docente, pues la crisis sanitaria por la Covid-19 ha convertido a la Universidad en eminentemente tecnológica y virtual, suponiendo esto un importante desafío en los procedimientos hasta ahora conocidos y practicados en el entorno universitario.
De forma mayoritaria, y para seguir las recomendaciones sanitarias, hemos tenido que modificar los sistemas de evaluación, adaptando nuestros exámenes a entornos en línea, lo que supone un cambio de estrategia en la forma de evaluar los conocimientos del alumnado. Hemos primado el aprendizaje significativo en detrimento del memorístico y nos hemos centrado más en la práctica aplicada que en los conocimientos teóricos, de modo que las tentaciones de posibles malas prácticas, como copiar los contenidos de los manuales y los apuntes durante el examen, se vean mermadas o pasen a ser inútiles.
Todo ello supone un importante esfuerzo añadido, que no solo se ve traducido en modificar “la forma de preguntar” esos conocimientos, sino en insistir y demostrar, más que nunca, la aplicabilidad de todos los conocimientos teóricos impartidos en nuestras clases.
Tesis doctorales y trabajos de fin de titulación
Por otro lado, las defensas de los trabajos fin de titulación o tesis doctorales también pasan a celebrase de un modo virtual, por lo que, nuevamente, debemos superar otro reto, impedir que esos actos académicos tan importantes no se deshumanicen.
Todos los doctores nos acordamos de los nervios y de algunos detalles tan mínimos como pueden ser los olores de la sala en la que estábamos defendiendo la tesis doctoral y la enorme satisfacción del apretón de manos, junto con las felicitaciones por parte de los miembros del tribunal una vez aprobada la tesis.
Y no podemos olvidarnos del cambio de estrategia en las prácticas universitarias, muchas de ellas obligadas a ser necesariamente presenciales (titulaciones educativas, sociosanitarias, técnicas, etc.), y supeditadas actualmente a seguir las recomendaciones y la legislación vigente.
Un reto más desde el ámbito universitario para minimizar el posible impacto negativo en las prácticas universitarias. Todo ha cambiado. Por ejemplo, los alumnos de Magisterio deben enfrentarse a las nuevas necesidades de sus futuros alumnos y alumnas, hasta ahora no contempladas, como el aprendizaje y el juego con distanciamiento social o la intervención con alumnos con diversidad funcional en entornos virtuales.
Desde la Universidad hemos tenido que preparar al alumnado universitario, en tiempo récord, a enfrentarse y superar estos desafíos.
Acompañamiento emocional
De este modo, las universidades se han visto obligadas a enfatizar la necesidad de incluir en la labor del docente el acompañamiento emocional de su alumnado. Porque, además de estos importantes cambios tecnológicos y en los paradigmas académicos, los alumnos y las alumnas, con motivo de la crisis sanitaria, están afrontando importantes dificultades familiares, laborales, sociales y económicas, y de incertidumbre general, que poco ayudan a mantener la motivación y el rendimiento académico en sus estudios universitarios.
En conclusión, además de velar por los intereses académicos y de competencias de nuestro alumnado, debemos aprovechar nuestras prácticas educativas para empatizar, más que nunca, con ellos, sin que esto suponga una pérdida en la calidad de la enseñanza que reciben, ni en los conocimientos y las competencias que deben adquirir.
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
The Conversation. Rigor académico, oficio periodístico
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