La concepción de la salud como una realidad puramente orgánica ha quedado, desde hace mucho tiempo, obsoleta. Actualmente, todos los organismos que se encargan de velar por ella la consideran un fenómeno poliédrico, que abarca dimensiones psicológicas y sociales en su compleja definición. La salud mental reviste, por tanto, una importancia fundamental para tener una vida plena.
Pese a todo, son muchas las personas que recelan de la labor del psicólogo. Incluso no consideran que su vida emocional merezca una atención equiparable a la de su estado físico. En este artículo revisaremos los siete prejuicios más habituales sobre el asunto. Para ello desmitificaremos las ideas erróneas que puedan generar dudas a la hora de consultar con un especialista.
Los psicólogos hacen poco más que un amigo
El apoyo social es una herramienta esencial para lidiar con las adversidades de la vida, y en ese sentido, la contribución de las amistades y de la familia tiene una importancia capital como factor de protección ante el estrés. Por otra parte, el psicólogo cuenta con competencias profesionales que se traducen en una ayuda especializada y técnica, que complementa y enriquece los cimientos sociales del paciente.
Los psicólogos no proporcionan consejos ni pretenden persuadir a las personas sobre cómo deben actuar, sino que emprenden su tarea fundamentándose en el método científico y en los principios de la ética, tanto en la elaboración de un diagnóstico como en el tratamiento. Su función no es, pues, equiparable a la de nuestros allegados.
Desconfianza en la Psicología como ciencia de la salud
Es cierto que la Psicología no es una ciencia exacta, puesto que no todas las técnicas existentes funcionan de igual manera en todas las personas. No obstante, las herramientas con las que sus profesionales trabajan gozan de una amplia evidencia empírica, seleccionándose según los consensos con el paciente y tras un análisis detallado de sus necesidades.
También influye la actual irrupción de un grave intrusismo profesional. Esto puede desvirtuar la imagen general de la profesión, contribuyendo a forjar creencias imprecisas sobre qué esperar de un tratamiento. Uno de los principales propósitos del psicólogo será, por tanto, ajustar con su paciente las expectativas sobre la psicoterapia.
Miedo a revelar aspectos íntimos de quiénes somos
Revelar nuestra intimidad a un desconocido no es sencillo. Especialmente cuando albergamos la suspicacia de que pueda juzgarnos o formarse una idea negativa de quiénes somos. El proceso de apertura es delicado y requiere sensibilidad, siendo fundamentales las destrezas sociales del psicólogo y su capacidad para forjar una relación terapéutica constructiva.
La escucha activa, la aceptación incondicional y la capacidad empática son básicas; y se erigen como un complemento ineludible de los aspectos puramente técnicos. Es importante tener en cuenta que la formación del psicólogo contempla la adquisición de estas habilidades interpersonales.
La Psicología es para personas débiles o con problemas graves
Todas las personas pueden experimentar un problema emocional a lo largo de su ciclo vital, o incluso padecer algún trastorno. De hecho, la depresión mayor y la ansiedad están aumentando dramáticamente en los últimos años, convirtiéndose en uno de los principales retos para la comunidad científica.
Las dificultades cotidianas y el estrés desbordante también pueden hacer mella en nuestro bienestar y calidad de vida. Por eso, es esencial pertrecharse de nuevas herramientas para afrontarlas (o potenciar aquellas de las que ya disponemos). Sea como fuere, un psicólogo puede ser un aliado excepcional en ambos casos.
Creencia de que no se puede hacer nada por mejorar
No es infrecuente que la persona perciba, después de mucho tiempo y esfuerzo intentando resolver su malestar de forma independiente, que sus circunstancias no pueden mejorar o que está condenada a vivir del modo en que lo hace. Afortunadamente, hoy en día sabemos que muchos problemas emocionales pueden ser adecuadamente tratados con psicoterapia, incluso si son de larga duración.
Este prejuicio puede ocurrir también en quienes sufren un trastorno desde hace tantos años que lo han integrado como una parte más de su forma de ser o actuar, sin concebir ni siquiera la posibilidad de que las cosas pudieran ser diferentes. El descubrimiento de un nuevo horizonte de salud mental suele ser alentador en la mayoría de los casos.
Exceso de confianza en los psicofármacos
En una sociedad donde se priorizan los resultados rápidos y sin esfuerzo, la idea misma de lidiar con los problemas mentales usando fármacos exclusivamente puede resultar tentadora. Prueba de ello es que su consumo está aumentando exponencialmente en todo el mundo, muchas veces en total ausencia de una psicoterapia coadyuvante.
La realidad es que el tratamiento combinado, que aúna el enfoque psicológico y el farmacológico (cuando este último se requiere), ha demostrado ser el más eficaz para múltiples trastornos mentales. Por este motivo, una intervención multidisciplinar siempre ofrecerá resultados potencialmente más favorables.
Miedo a ser manipulado
Muchos pacientes tienen miedo a que el profesional de la Psicología pueda manipular sus intenciones, de forma que acabe haciendo cosas que no forman parte de su voluntad o que podrían perjudicarle. Se trata de un temor infundado, pues esta disciplina busca estimular la libertad del paciente y se sustenta sobre un sólido código deontológico, que protege la autonomía y la dignidad de todas las personas.
Las técnicas que el psicólogo despliega en consulta buscan acompañar al paciente sin imposiciones en su proceso terapéutico. En definitiva, el Psicólogo ejerce el privilegiado rol de guiar a las personas en un camino que les reportará una existencia más satisfactoria.
Joaquín Mateu Mollá no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
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