Israel vuelve a jugar la carta de la “legítima defensa” mientras convierte ciudades enteras en escombros.
El 23 de septiembre de 2024 quedará marcado en la memoria de Líbano como una de las fechas más trágicas de su ya larga y dolorosa historia de conflictos. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) lanzaron su ofensiva más violenta en casi dos décadas, dejando más de 492 muertos y miles de heridos, una cifra que sigue aumentando. El objetivo, una vez más, ha sido Hizbulá, el grupo chií que opera desde el sur y el este del país, pero como siempre, son las y los civiles quienes sufren las peores consecuencias. En medio del fuego cruzado, la pregunta no puede evitar surgir: ¿Hasta cuándo seguirá el cinismo disfrazado de seguridad nacional?
LA “SEGURIDAD” COMO JUSTIFICACIÓN DEL TERROR
El Ejército israelí ha repetido la misma narrativa de siempre, argumentando que sus bombardeos estaban dirigidos a “objetivos terroristas” de Hizbulá, a quienes acusan de esconder armamento entre la población civil. Este pretexto, que las FDI utilizan como carta blanca para destruir viviendas, hospitales y escuelas, ya se ha escuchado muchas veces. Israel vuelve a jugar la carta de la “legítima defensa” mientras convierte ciudades enteras en escombros.
El sur de Líbano, con sus pueblos mayoritariamente chiíes, ha sido el principal objetivo de esta nueva ola de violencia. Las y los habitantes de la región, obligados a huir en masa hacia el norte, no solo pierden sus hogares, sino también cualquier atisbo de estabilidad que la pobreza extrema y la crisis económica ya habían destrozado. Según el Ministerio de Sanidad libanés, entre las víctimas se cuentan al menos 21 niños y 39 mujeres. Este tipo de ataques, ya documentados por organismos como Amnistía Internacional, revelan que no se trata de simples daños colaterales. La destrucción masiva y sistemática de infraestructuras y la vida civil parece formar parte de una táctica deliberada.
La realidad es que Israel ha seguido una estrategia que hemos visto antes en la Franja de Gaza: acusar a Hizbulá de utilizar a las y los civiles como escudos humanos, para luego no tener reparo en bombardear sus hogares. Las FDI no ofrecen el tiempo ni los medios necesarios para que estas personas puedan escapar, resultando en el trágico conteo de cuerpos que hemos presenciado durante décadas. En este sentido, se hace más evidente que esta ofensiva no tiene como único fin la protección de su población, sino el debilitamiento absoluto de Líbano, un país ya asfixiado por su crisis económica y política.
HIZBULÁ: EL PRETEXTO PERFECTO PARA LA DESTRUCCIÓN DE UN PAÍS
Hizbulá ha sido durante años el chivo expiatorio perfecto para Israel. Desde que comenzó la guerra en Gaza en 2023, el grupo chií ha lanzado cohetes desde el sur de Líbano en apoyo a las facciones palestinas, y esto ha servido de justificación para una ofensiva que, en los hechos, golpea principalmente a un país que no tiene más que ruinas para ofrecer a sus ciudadanos.
Aunque Hizbulá tenga una fuerte presencia en el sur y el este del Líbano, no gobierna el país, y las personas que viven en sus feudos tradicionales son civiles que sufren las consecuencias de los ataques indiscriminados. De hecho, Líbano es un mosaico de diferentes comunidades: chiíes, suníes y cristianos. Todas estas poblaciones están siendo afectadas por la escalada de violencia, una violencia que no entiende de fronteras religiosas ni étnicas, y que no hace distinciones entre combatientes y civiles.
Mientras tanto, el gobierno libanés, impotente frente al caos, ha hecho lo poco que puede: abrir las puertas de escuelas y otros centros para acoger a las y los desplazados que siguen huyendo del sur. La situación es una bomba de relojería. El país está en bancarrota, y casi el 80% de su población vive bajo el umbral de la pobreza, de acuerdo con datos del Banco Mundial. En este contexto, es claro que cualquier acción militar solo profundiza la ya crítica situación social y económica.
Pero la agresión no se limita a lo físico. El discurso oficial de Israel, desde el primer ministro Benjamín Netanyahu hasta los altos mandos militares, exhibe una frialdad que hiela la sangre. Netanyahu ha sido claro: “Eliminamos a los altos funcionarios, eliminamos a los terroristas, eliminamos los misiles”. Su visión de seguridad implica la destrucción total de cualquier oposición, sin importar cuántas vidas queden destrozadas en el camino. Y no solo Hizbulá está en la mira. Algunos de los ministros del gobierno israelí ya han expresado públicamente su deseo de destruir Líbano entero, algo que ya intentaron en 2006, cuando más de 1.000 civiles libaneses fueron asesinados.
EN 3 CLAVES
- Civiles bajo el fuego: Más de 492 personas han muerto y miles están heridas. Entre las víctimas, hay al menos 21 niños y 39 mujeres.
- Desplazamientos masivos: Miles de familias han huido del sur de Líbano, mientras que más de 60.000 israelíes del norte también han sido evacuados.
- Una crisis interminable: Líbano, con un 80% de su población viviendo en la pobreza, se enfrenta a más inestabilidad política y económica por estos bombardeos.
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