A principios del siglo XX, la educación básica se convirtió en un derecho humano. Eso implicaba que cualquier persona en los tramos de edad definidos tenía el derecho y la obligación de asistir a la escuela. Es lo que se denominó principio de universalización.
Terminar esta etapa básica de la educación era una garantía de inserción laboral con la obtención de un puesto de trabajo. Tan solo un 5% de la población continuaba estudiando para especializarse profesionalmente.
Hoy en día, la educación básica prepara a las personas para vivir en sociedad (con lo que se llaman competencias ciudadanas) y establece las bases para poder continuar formándose y especializándose laboralmente.
Fracaso y abandono escolar
Además de esas funciones, la educación básica debe colaborar en la superación de distintas barreras personales y sociales y permitir ascender de nivel sociocultural.
Según datos del INE, la tasa bruta de graduados en ESO (Educación Secundaria Obligatoria) en 2019 era del 88,4 % para las mujeres y del 80 % para los hombres. Un 11,6 % de las mujeres y un 20 % de los hombres quedan por lo tanto excluidos de los logros y ventajas que fundamentan la escolarización obligatoria.
Las personas que fracasan y abandonan la escuela antes de finalizar su formación obligatoria no sólo no van a contar con una base de competencias ciudadanas, sino que además no serán capaces de detener la “herencia de la pobreza” y crecer profesionalmente.
Por eso, es importante que conozcamos los factores personales (como el momento evolutivo) y del contexto (como la familia y la escuela) que pueden ayudar a explicar el fracaso y el abandono escolar. Comprender estos fenómenos permitirá articular diferentes estrategias de intervención que puedan paliar el problema.
Adolescencia, etapa de experimentación
Entre los factores personales a tener en cuenta se encuentra el periodo evolutivo de la adolescencia. Ésta coincide con la finalización de la educación básica, y puede producir, y produce, abandonos escolares.
Con frecuencia, la adolescencia se percibe como una etapa problemática en la que se desarrollan múltiples conductas de riesgo. La adolescencia es una etapa de experimentación en la que pueden aparecer el consumo de sustancias o conductas antisociales. También, el acoso, la violencia en las primeras relaciones de pareja o las llamadas adicciones sin sustancia (uso abusivo de pantallas y redes sociales).
Pero las investigaciones realizadas confirman que esta experimentación también finaliza, y que en muy pocas ocasiones llega a convertirse en un problema grave y crónico.
Cualificaciones alternativas
A finales de los años 80, se pusieron en marcha una serie de programas dirigidos a personas jóvenes que abandonaban el sistema educativo reglado sin un reconocimiento oficial. Estos programas (Escuelas Taller, Iniciación Profesional, Programas de Cualificación Profesional Inicial, o los Programas de Educación Compensatoria) dotaban de una cualificación alternativa, aunque no oficial, para acceder al mundo laboral.
Todos estos programas se pensaron en clave educativa, y trabajaban aquellos factores de riesgo personales, familiares, escolares o interpersonales que podían entorpecer los itinerarios de las personas jóvenes.
Tras sucesivas modificaciones con las diferentes leyes de educación aprobadas a lo largo de las últimas décadas, las iniciativas anteriores han ido, primero, confluyendo en programas más estructurados y, segundo, llegando a incorporarse al sistema educativo reglado. Actualmente, confluyen en la Formación Profesional Básica, creada en 2013 con la LOMCE.
Buenos resultados y algunas brechas
La FPB consigue que el 49 % de los alumnos y el 50 % de las alumnas se titulen. Para juzgar su valor, basta recordar que previamente la escolarización obligatoria había fracasado con el 100 % de este alumnado, y que estos programas conseguían evitar reproducir la brecha de género que se produce en las tasas de graduación de la ESO.
A pesar de los buenos resultados de estas iniciativas, persisten diferencias en la tasa de graduación entre comunidades autónomas, entre ramas profesionales, y, especialmente, entre alumnado de nacionalidad española (un 51,3 % del cual se titulaba) y extranjera (con un 37,4 % de titulados).
La nueva ley y su enfoque práctico
La nueva Ley Orgánica 3/2022 de ordenación e integración de la Formación Profesional nace con la voluntad de subsanar algunas de las dificultades existentes de acceso y adecuación al mundo laboral.
Su principal foco está puesto en la cualificación y el acceso al mercado laboral, para reducir así los índices de desempleo juvenil. Es decir, prioriza la instrucción por encima de la educación como proceso integral. Desarrolla algo más el curriculum de la FPB, aunque aún es pronto para ver el impacto, ya que ha sido aprobada en el curso 2022-2023.
Las etapas educativas por las que discurre el alumnado comienzan con planteamientos educativos integrales y van progresivamente evolucionando hacia la especialización académica y profesional. Como hemos visto, una parte significativa de la población “descarrila” en ese proceso de especialización. Por ello, parece imprescindible recuperar planteamientos educativos más integrales que presten una atención personalizada y recuperen la confianza en sus capacidades. Este es el objetivo de la Formación Profesional Básica, el ciclo de la FP al que se puede acceder sin haber acabado la ESO.
El proyecto Edurisk
Nuestro proyecto de investigación EduRisk analiza el desempeño del colectivo adolescente en la Formación Profesional Básica. Indaga sobre las claves del éxito, especialmente los mecanismos de apoyo socioeducativo que los espacios de FPB proporcionan a estos adolescentes más vulnerables.
Nuestros resultados coinciden con investigaciones previas que constatan la influencia de los programas de formación profesional básica no sólo en la trayectoria académica, sino también en las realidades personales y sociales del alumnado.
Así, disminuyen las conductas de riesgo y mejoran las habilidades de cara al futuro desempeño profesional. Lo consiguen porque adaptan la oferta educativa a las necesidades y expectativas laborales de cada estudiante, ofreciéndoles formaciones especializadas y estrategias educativas personalizadas (adaptaciones curriculares a las necesidades y las realidades del alumnado) que potencian todas las habilidades con las que cuenta.
Nada que declarar.
Javier Pérez Hoyos, Josu Solabarrieta Eizaguirre, Rosa Santibañez Gruber y Álvaro Moro Inchaurtieta no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.
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