20 Abr 2024
DERECHOS Y LIBERTADES, DESTACADA, Justicia

Hipólito Lucena, el sacerdote que seducía a sus feligresas y celebraba orgías en el altar 

La denuncia de una menor dio lugar a una investigación que reveló que la congregación era una farsa para ocultar las relaciones carnales de Hipólito con sus seguidoras.

Hipólito Lucena Morales ingresó a los diez años en el Seminario donde terminó todos los cursos con brillantez y aprovechamiento, de manera que a los 23 años, en 1930, fue ordenado sacerdote. En 1939 fue nombrado cura ecónomo de la parroquia de Santiago por el obispo Balbino Santos Olivera.

Hipólito fue un buen cura, se dedicó activamente a la caridad y su labor pastoral lo llevó a la restauración de la Semana Santa, especialmente en las Cofradías de Jesús el Rico y del Rescate, pero no por ello dejó de sentirse hombre y como tal, víctima de sus pasiones.

Hipólito comenzó a rodearse de un grupo de mujeres que en palabras de Camilo José Cela, eran «un grupo de beatas malagueñas que ejercieron de coimas de su director espiritual». El sacerdote comenzó a seducir a sus feligresas (que a sí mismas se llegaron a llamar hipolitinas) y comenzaron a realizar matrimonios místicos en su altar, caracterizados por tocamientos y actos sexuales en la parroquia que él regentaba.

En 1959, las denuncias de una menor produjeron la primera señal de alerta. Comenzó entonces una exhaustiva investigación que descubrió que en realidad la congregación era una farsa para ocultar las relaciones carnales de Hipólito con sus seguidoras y lo que es peor, pues disfrazado de orfelinato, eran recogidos además de niños abandonados, los nacidos fruto de las relaciones sexuales practicadas por sus miembros, tal y como recoge La Opinión de Málaga.

Hipólito Lucena, el sacerdote que seducía a sus feligresas y celebraba orgías en el altar / Imagen: El País
Imagen: El País

Hipólito, autor de varios delitos, fue juzgado por la justicia eclesiástica y condenado a la prohibición expresa de ejercer el sacerdocio. Murió en Málaga, tras pasar 20 años preso en una cárcel vaticana en su pueblo y en la propia Iglesia hubo un silencio sepulcral.

«Sacramento»

El escritor malagueño Antonio Soler ha narrado en «Sacramento» la insólita vida sacerdotal de Hipólito Lucena. Para él ha sido todo un desafío, que comprende narración, crónica y ensayo, explicar por qué una historia así tuvo efecto sin que saltaran las alarmas. Como el escritor señala a El País, ha escrito una historia real e increíble sobre un cura insólito.

Soler relata que en aquella época los ciudadanos estaban expuestos a creencias más que a datos y hechos. La prensa española, donde en tiempos como la Transición no tenían cabida en el periodismo serio y riguroso, hablaba «de noticias sobre platillos volantes o sobre perros tratados en Hollywood o Los Ángeles por la perturbación que les causaban la televisión y el jazz. La gente que leía eso era la que luego iba a misa y oía rumores de lo que estaba ocurriendo en la iglesia, pero que no tenía elementos para interpretar esa fábula que había a su alrededor. Uno de los componentes de esa fábula era don Hipólito y el mundo que creó».

Tal y como explica el escritor, en un principio no entendía la insistencia de los escritores Rafael Ballesteros y Rafael Pérez Estrada en hacer una revista progresista hace 35 años. A él no le gustaba ser «la herramienta que llevara a cabo ese proceso habiendo sido mi familia republicana también víctima de todo esto», pero al mismo tiempo «había que poner un foco sobre ese tiempo tenebroso, una infección que había contaminado a toda una sociedad», señala.

El factor determinante para que se pusiese a escribir, según informaciones de El País, fue una serie de documentos privados que le llegan y que le dieron la certeza de que era una historia real: «El que una persona, un elemento de la sociedad cerrada, tuviera margen para hacer todo lo que hizo don Hipólito en su parroquia durante años, y que no fuera frenado en ningún momento, es muy increíble. Que él tuviera la capacidad de convicción ante determinadas mujeres para llevarlas a donde las llevó resulta muy increíble, pero los hechos son así».

Antonio Soler llegó a hablar con un familiar de Hipólito, quien aseguró que les costó mucho trabajo creer que aquello fuera posible. Él le respondió: «A lo mejor para vosotros, que erais su familia y los veíais todos los días, resultaba increíble que aquella persona que tenía su lado bueno, de colaboración, religiosa y social, con los desvalidos, tuviera ese lado oscuro. Pero hay un juicio en el Vaticano. Eso no lo podéis negar. Y hay 20 años de prisión”.

A pesar de todo, hubo silencio por parte de la Iglesia, de la familia e incluso de las mujeres a las que él llevó a sus ritos sexuales y es que, como explica el escritor malagueño «don Hipólito toma como referencia a los místicos y al iluminismo para convencer a las mujeres de que la verdadera religión es la suya, de que no están transgrediendo a la Iglesia, sino que están yendo a sus raíces».

Además, les cuenta cómo, siglos atrás, se podían casar los sacerdotes: “¿No estáis viendo? La expresión de las pinturas de los místicos en el grado máximo de revelación que están en el orgasmo, contemplando a Dios? Tenemos que acercarnos a eso”, les dice. Tiene un factor de abuso del poder que está en el confesionario, un lugar en donde va sabiendo las debilidades de cada una de las víctimas y a quién puede tocar y a quién no. Cuando a él se lo llevan de España, para ser juzgado en el Vaticano, hay un pacto de silencio absoluto, un silencio que si se rompe puede perjudicar a la Iglesia, indica el autor de «Sacramento».

A Antonio Soler ya no le parece increíble todo lo sucedido después de hablar con personas que lo vivieron en primera línea. «Lo que dice su historia, ahora mejor conocida, es que fue un hombre que pasó de la mística a una sexualidad cada vez más compleja, más sofisticada, más perversa. Hubo abortos, huérfanos, un abuso de poder desde un estatus que él creía invisible y que por tanto era inviolable hacia personas que, en cierto modo, le entregaban lo más íntimo de sí mismas», zanja el escritor.